Educacion:Las prácticas restaurativas fomentan que los niños reflexionen y asuman las consecuencias de sus acciones

 

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Desobece, lo castigas, vuelve a hacer lo mismo, inventas un castigo nuevo…una y otra vez. Si este círculo vicioso ha agotado tu paciencia con los niños, las prácticas restaurativas pueden cambiar para bien tu forma de disciplinar.

Esta estrategia tiene sus raíces en la justicia restaurativa, fundamentada en promover que el victimario sea consciente del daño que hizo, tenga en cuenta las consecuencias de sus acciones  y busque la manera de compensar a las víctimas. A diferencia del mero castigo, este acercamiento pretende una mejor solución de los conflictos para el bienestar de todas las partes involucradas y la modificación de la conducta negativa.

Establecer prácticas restaurativas en la escuela y el hogar persigue el mismo propósito por una razón muy sencilla: muchas de las maneras  más comunes de disciplinar no han probado ser efectivas o incluso pueden provocar más daño. Sin embargo, seguimos repitiéndolas.

“Se piensa que si no es con mano dura, la disciplina no funciona. Pero toda la evidencia dice que no es así. Consistentemente, los países que usan este método (restaurativo), incluyendo un trato salubrista a adicción, obtienen resultados positivos”, explica la doctora Joy Lynn Suárez Kindy, psicóloga clínica y catedrática de la Universidad Carlos Albizu.

La “Restorative Practices Foundation”, organización sin fines de lucro que trabaja en conjunto con el Instituto Internacional para Prácticas Restaurativas, indica que “las personas son más felices, cooperadoras y productivas, además de más dispuestas a cambiar conductas cuando las autoridades hacen las cosas con ellos, en lugar de contra ellos o por ellos”.

Añade que, en las escuelas, “la utilización de prácticas restaurativas, ha demostrado  ser un método confiable para reducir la mala conducta, el acoso escolar, la violencia, el crimen y beneficiar el clima escolar para el aprendizaje”.

Cómo funciona

Este tipo de disciplina propone que el niño responda tres preguntas: ¿qué hice?, ¿a quién(es) afectó?, ¿cómo puedo reparar el daño?, explica Suárez.

Ofrece como ejemplo el caso real de un niño que tras fallar una jugada importante durante un partido de baloncesto fue objeto de duras burlas y críticas en una página de Facebook creada a su nombre por varios compañeros. Durante un proceso que involucró a padres, maestros y estudiantes implicados, los responsables del acoso determinaron que una manera de reponer el daño era crear una nueva página pero esta vez con información favorable a la víctima.

“Tuvieron que darse cuenta del efecto dominó de su conducta”, explica Suárez, al indicar que muchas veces las medidas disciplinarias en las escuelas y el hogar  fallan en lograr este propósito.

Castigos como una suspensión de la escuela o la cancelación de actividades pueden implementarse, claro está, pero en conjunto a un proceso de reflexión que además desarrolla empatía (identificarse con el otro) para evitar causarle daño en el futuro.

Las prácticas restaurativas pueden emplearse desde muy temprano pero, por supuesto, tomando en cuenta la edad y la madurez del menor. Es importante utilizar un lenguaje firme pero respetuoso para dirigirse al menor. Cuando son pequeños, hay que explicarles a los niños qué se espera de ellos y las consecuencias de no cumplir. También es vital ser consistente.

Debes evitar caer en la tentación de ser “papá o mamá paracaídas”. Suárez utiliza este concepto para identificar a los padres que buscan evitarles a los niños las consecuencias naturales de sus acciones. Es decir, si deja la bicicleta en la calle a pesar de haberle pedido que la guarde en la casa varias veces y advertido las consecuencias de no cumplir con el pedido, lo recomendable no es guardarla por él sino permitir que ocurra la consecuencia natural: que se dañe, que se la roben, que la golpee un carro.

Después de todo, cuando sean mayores tendrán que asumir la responsabilidad por sus actos sin que mamá o papá lleguen a rescatarlos.

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