Bullying: Como realizar un Protocolo de Intervención en la Escuela

 

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El Bullying no se minimiza ni erradica si no se aborda singularizadamente. En estos últimos tiempos, estamos asistiendo a un baile de cifras y números referidos al fenómeno del bullying que confunden y generan una alarma social completamente innecesaria. Se confunde el bullying (maltrato entre iguales, sistemático, mantenido en el tiempo y con la intención de hacer daño imponiendo el esquema de abuso de poder, desequilibrado entre víctimas y agresores) con las agresiones esporádicas entre el alumnado.

A ello está contribuyendo el uso en los medios de términos como “acoso escolar” en sentido general, sin expresión de recurrencia, duración, intencionalidad y desequilibrio. Se está dando la impresión de que esto es algo bastante habitual y generalizado entre nuestro alumnado, con el daño que supone esta generalización y banalización del término para quienes, de verdad, están sufriendo bullying. El uso del anglicismo bullying evita errores de generalización, extensión, sobrevaloración o minimización del maltrato, puesto que hoy en día, la comunidad científica acepta este término refiriéndolo a parámetros de ocurrencia, intensidad y desequilibrio aceptados por todos.

Igualmente está colaborando a esa alarma social innecesaria los resultados de ciertas encuestas que pretenden obtener datos del fenómeno. Así, estamos viendo cómo se dan a conocer los resultados de estudios realizados a partir de “encuestas telefónicas”, algunas de ellas realizadas por empresas profesionales en la forma pero no el fondo de lo que se pregunta. En otros casos, se están empleando cuestionarios que no están validados, no marcan un tiempo de recuerdo máximo en sus preguntas a los alumnos y que utilizan categorías en las escalas de medida que, cuanto menos, “dirigen” al alza los resultados de las respuestas de quienes contestan.

En este sentido, tenemos que velar por que se cumplan unos requisitos mínimos de rigor, exigibles en cualquier investigación, para luego poder dar validez y reconocimiento a los resultados que arroje. Incluso, cuando hagamos pequeñas investigaciones para conocer qué sucede en nuestro entorno más cercano.  Si no se respeta esto, las cifras resultantes distorsionadas, por la alarma social que generan, trasladarán al escenario escolar un plus más, si cabe, de presión para la intervención. La sociedad, en general, siempre que se dan esas cifras, se escandaliza y  necesita “personificar” la culpabilidad en una suerte de proceso colectivo, sumarísimo y litúrgico que permita digerirlas para seguir avanzando.  Como consecuencia, en el espejo de ese debate social, los medios de comunicación, se reflejan acusaciones explícitas o veladas a las actuaciones y comportamientos de quienes están más cerca de nuestros chicos/as y adolescentes en la escuela, el profesorado: “tenían que haber hecho algo”, “se denunció y no se hizo nada”, “es su trabajo, para eso les pagan”, “el profesor puede ser el primer culpable del acoso”, etc. Alumnado, profesorado y familias se hacen preguntas que no siempre obtienen respuestas.

 

Por una parte, se escenifica, así, la confrontación de la sociedad con “su” escuela y por otra se simplifica hasta el reduccionismo más plano el proceso culpabilizador, dando una visión sesgada e interesadamente exculpatoria, impidiendo, así, el necesario compromiso colectivo para su abordaje. Sorprende la confrontación de la sociedad por lo que sucede en “su” escuela. Sí, porque no se debe tratar a la escuela como una entelequia abstracta. Es la escuela de la sociedad. Su escuela. Con los valores, dinámicas y conflictos que las y los adultos promovemos en ella. ¿O es que el bullying es muy diferente al maltrato a mujeres en el ámbito doméstico o el acoso psicológico en el trabajo o mobbing en el ámbito laboral? ¿Qué valores están detrás de estas formas de acoso? El uso abusivo del poder, la ley del más fuerte, todo vale con tal de lograr el objetivo, el silencio cobarde e interesado de quien se sitúa a favor de quien tiene y ejerce el poder aunque sea abusivamente, etc. ¿O pensamos que en el top de los valores que promocionamos en nuestra sociedad están la compasión, el consuelo, la ayuda, la amistad, la lástima, la colaboración, la piedad, la cooperación, etc.? Seamos serios, la escuela no refleja más que los valores que la sociedad promueve, que todos y todas promovemos. ¿Cómo podemos luchar en el ámbito escolar contra esos valores si no empezamos todos y todas cambiándolos en la sociedad a la que se pretende responder? ¿Cómo podemos luchar en el ámbito escolar contra esos valores si no implicamos a toda la Comunidad Educativa en las dinámicas de cambio que se pretenden en la escuela?

 

UN PROYECTO ÚTILPARA REALIZAR EN LA ESCUELA. Es necesario asegurar determinados aspectos que ayuden a el proyecto que elaboremos  sea útil: .Condiciones mínimas de participación, representatividad y respaldo de todos y cada uno de los miembros de la Comunidad Educativa.  Fallas en estos aspectos lo harán MALO E INEXISTENTE . .Un espacio profesional. La cuestión del maltrato en nuestras escuelas no es cuestión de voluntarios ni de personal extraescolar. Los miembros de la Comunidad Educativa debemos abordarlo como algo central (organizativa y curricularmente) en nuestra labor educativa, exigir el protagonismo y la responsabilidad de llevar sus riendas en todas y cada una de los momentos de tratamiento: concienciación, sensibilización, formación, implantación, desarrollo y evaluación. Esto no es algo que se encargue a otros o que otros nos vayan a resolver, no nos engañemos. . Un espacio de trabajo que forma parte de los valores de la Comunidad Educativa, inserto en la programación del centro, interno y no venido de fuera (independientemente de que exijamos la ayuda y formaciones necesarias a quienes correspondan). No se trata de un pegote al que tenemos que hacer hueco. No es una forma de “llenar” el tiempo de las CHARLAS Y CAPACITACIONES. Mejor no lo hagamos, ni por respeto al espacio , ni por respeto al tema del maltrato. . Un especio de larga duración. No se trata de algo momentáneo y pasajero, de una lección, por muy de moda que esté o por snob que resulte. Se trata de una actitud, porque de lo hablamos es de actitudes, de sentimientos y de dilemas morales en la escuela y fuera de ella. Debemos preguntarnos si en esa carrera de fondo futura que supone luchar contra el bullying, cada uno/a desde su competencia, espacio educativo y actitudes, hemos y estamos haciendo algo para fomentar, con quien tenemos al lado, valores contrarios a los que están detrás del fenómeno del maltrato por abuso de poder. En la medida en que lo hagamos estaremos también ganando la batalla a quienes no ven otra forma posible de convivencia. Además, en la medida en que lo hagamos estaremos acumulando autoridad moral para juzgar estos hechos. . Un espacio formativo, que invita al asesoramiento, la ayuda y la cooperación, sobre y a partir de las características y problemas que tenemos en el centro. . Un espacio que asegure el trabajo a distintos niveles:  .A nivel de Comunidad Educativa: .Fomentar procesos de información sobre el maltrato y la manera de abordarlo en la Comunidad Educativa. .Establecer mecanismos de consulta  en su seno para su definición. .Establecer procesos de recogida y devolución de la información sobre el maltrato. .Asegurar procesos de evaluación del fenómeno del bullying para saber exactamente lo que pasa (Avilés, 1999).

 

 

 

 

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